Volviendo a casa, otra vez me he quedado con los zapatos en la mano,
A media noche, sentía la necesidad de pisar el áspero suelo.
Debía de haber algo real, en éste interminable sueño.
En estas frías horas, camino por el vacío boulevard.
Mis labios resecos, prisión de mis débiles sentimientos,
se niegan a hablar,
permanecen morados por el frío.
Tantos gritos ahogados en silencio,
tanto dolor aplastado por una dulzura cualquiera.
Quisiera saber en que esquina me habré olvidado mis calidos deseos.
Éste cuerpo se resquebraja ante las sombras,
la verdadera piel florece y deja ver el alma tatuada de soledad.
Mis manos de porcelana se refugian en ésta oscuridad,
la única luz que brilla en mi es aquella lágrima que aprisiona mi retina.
Y mientras camino, me pregunto…
¿Valdría la pena ésta noche decir que sí?
Sigo caminando, al final de la Avenida te encuentras esperándome,
me abrazas, pero no puedo sentirte.
Rozas mi mejilla, y me dices “te quiero”.
Los colores de la noche se desvanecen,
me tomas de la mano y envueltos en una sinfonía de recuerdos,
empezamos a caminar.
No hay estrellas que valgan la pena mirar, teniendo tu rostro, pensé.
¿Pero a quien se lo estaba diciendo?
Cientos de respiros delataron mis besos guardados,
mi silencio te pedía una sonrisa en medio de toda esta niebla,
pero tu rostro estaba borroso y
la tibieza de tus manos hacia llover esperanzas indefinidas.
Estamos tan cerca, pero nuestros latidos se apagan.
Seguimos caminando, callados, gritando la confusión en respiros hondos.
Aunque veía nuestras manos unidas, me preguntaba
¿En que parte del mundo nos encontramos los dos?
Dedicado a Edson, quién amablemente le dió imagen y un poco de sentimiento a ésta prosa.
Saludos,
Rushi.-
Saludos,
Rushi.-