Que mis pensamientos se cubran con la calidez del sol y puedan, llenos de paz, atravesar el mar de plegarias y llegar hasta el infinito.
Junto a ellos, vuela el ave que lleva la sinceridad y en su pequeña pata ate tu nombre, para que una vez en la majestuosa eternidad flote dulce y tranquilo.
Cuando al universo me entrego, ya no me empujan las agujas del reloj y así puedo ser yo misma.
En el puerto de la buena vida, conocí al escultor de mi alma.
Bajo la arboleda del bosque, sonríe mi rostro al caminar por la tierra del alfarero que forja nuestro destino. Mis pies envueltos en la brisa de aquel lugar se mueven en dirección a la estrella que dejo su huella, persiguiéndola.
Al llegar al punto de luz, me di cuenta que se había roto y los fragmentos danzaban a la par de una dulce canción que un santo cantaba. Escucha los sonidos que sigue tu corazón, está atento al universo, y jamás serás endeble.
En ese lugar el divino maestro habló y bendice nuestras vidas. Obedece su consejo: se fiel a ti mismo.
Las palabras son pequeñas pero estridentes, y nosotros podemos lograr mostrar su fortaleza.
En el aliento de vida, nace la bondad suficiente para lograr vencer la tristeza que humedece después de la gran lluvia.
De la meditación se obtiene la respuesta arcaica que no podemos leer en la realidad.
Y de lo más hondo de la ternura nacen las semillas a plantar en ti.
Que mis buenos deseos, de lo más profundo y simple puedan sanar.
En éste día, anhelo tu felicidad.